“Porque como
descienden de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelven allá, sino que
riegan la tierra, haciéndola producir y germinar, dando semillas al sembrador y
pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía
sin haber realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié.
Porque con alegría saldréis, y con paz seréis conducidos”
Las circunstancias o la realidad no siempre tienen que
ver con la verdad de algo. Una cosa es la realidad que estás viviendo, otra es
la verdad de Dios que ha dicho de ti. La realidad nos ha dicho que nunca
sanaras, nunca cambiaras. Te ha envuelto, robándote muchas veces la dignidad,
la paz, te ha hecho creer que lo que vives, eso es para ti y nada más. Las
circunstancias te quieren llevar a creer que Dios te abandono, que tu realidad
generacional no cambiará ¡Mentira del diablo! Entre broma dice mi hijo pequeño
cuando algo no le gusta. La realidad te hace pensar que tú eres por lo que
haces o no haces, por lo que otros dicen de ti o por lo que tú piensas de ti,
muchas veces basados en tus errores. ¿Pero que dice Dios?
La verdad de Dios determina quien tu eres y cual será tu
futuro, la verdad dice que no estás sólo y abandonado. “El siervo de Eliseo se
vio rodeado por un gran ejército, y dijo: ¡Señor que haremos! Eliseo le dijo:
No temas, porque los que están con nosotros son más que los que están con ellos.
Oh Señor, te ruego que abras sus ojos para que vea…” (6.16-17/2R.). Mas
adelante Juan dijo: “¡Mayor es el que está en mí que el que está en el mundo!”
(4.4/Juan). Conocer la verdad, es conocer a Jesús. Esto es lo más importante
del propósito de Dios que ha declarado sobre ti.
¡Donde hay conflicto, Él trae paz! ¡Donde hay enfermedad,
Él trae sanidad! ¡Donde hay adicciones, Él trae libertad! ¡Donde hay desprecio,
indignidad, depresión, Él trae consuelo y esperanza! Una palabra de su boca
trae transformación. El Evangelio no son palabras vacías, sino vida, son
propósitos. Una palabra de Dios transforma una vida, un lugar, una nación. La
realidad te dice: ¡Eres un miserable, un cobarde! ¡Nunca cambiaras, es lo que
hay para ti y nada más! La palabra, el corazón de Dios dice: “Porque yo sé los
planes que tengo para vosotros, declara el Señor, planes de bienestar y no de
calamidad, para daros un futuro y una esperanza” (29.11/Jer.).
Muchos se han sentido desnudos, se han escondido por
causa de que le han robado la confianza, la dignidad, sus sueños. Por decisiones,
maldiciones o por circunstancias injustas de este sistema te han llevado a
estar en una cueva escondido, herido, avergonzado o simplemente porque dijiste:
¡Así soy yo! Y nunca cambiará mi realidad.