domingo, 3 de agosto de 2014




HISTORIA DEL RIESGO

Un joven apasionado por el Señor, busco a su mentor para que le digiera como podía ser más lleno del Espíritu Santo. De manera gentil y amorosa le respondió a su necesidad de saber más, le sonrío y le dijo: ¿Estas seguro de que quieres ser lleno del Espíritu Santo que, aunque es como Jesús en su gentileza y amor, exigirá ser el Señor de tu vida? ¿Estas dispuesto a que tu personalidad sea tomada por otro, aunque se trate del mismo espíritu de Dios?

Si el Espíritu toma tu vida a su cargo, esperara de ti una obediencia total en todo. No tolerará en ti los pecados del yo, aunque sean permitidos y excusados por la mayoría de los cristianos. Por pecado del yo me refiero al amor propio, a la autocompasión, a buscar lo propio, a la autoconfianza, a la justicia propia, al engrandecimiento propio, a la autodefensa. Descubrirás que el Espíritu Santo esta en contra de los caminos fáciles del mundo y de la multitud mezclada dentro de la iglesia y la religiosidad. Será celoso contigo para tu bien, no permitirá que te jactes, que te magnifiques o que te exhibas.

Tomara la dirección de tu vida alejándote de ti. Se reservará el derecho de ponerte a prueba, de disciplinarte, de azotarte por causa de tu alma. Puede que te prive de muchos de aquellos placeres fronterizos que otros cristianos disfrutan pero que para ti son una fuente de refinada tentación al pecado. En todo esto, te envolverá Él en un amor incalculable, tan poderoso, inclusivo y maravilloso, que tus mismas pérdidas te parecerán ganancias, y tus pequeños dolores como placeres. Pero la carne gemirá bajo su yugo y clamará en contra de ello como una carga demasiada pesada para ser llevada. Y se te permitirá gozar del solemne privilegio del sufrimiento para contemplar lo que falta de las aflicciones de Cristo en tu carne por causa de su cuerpo, que es la Iglesia. ¡Dime! Con estas condiciones de amor para ti, ¿sigues con el deseo de ser lleno del Espíritu Santo?1

Hace una década atrás, era muy raro hablar abiertamente del Espíritu Santo en el circulo denominacional en el que me envolvía, aunque no pertenecíamos al movimiento ‘Solo Jesús’, se hablaba celosamente de Jesús. Con orgullo algunos se denominaban - Cristocéntrico - para separarse de algunos círculos ‘errados y fanáticos’, llamados Pentecostales. El único entendimiento que teníamos y practicábamos era la oración trinitaria que terminaba en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu, o que éramos sellado por el Espíritu al momento de convertirnos.

A.W. Tozer dijo una vez: “Todos los cristianos tienen el Espíritu. Pero el Espíritu no tiene a todos los cristianos”. Desde que comencé hace una década atrás a pasar los límites del temor y la ignorancia de la persona del Espíritu Santo, comencé un camino arriesgado que solo me ha llevado a conocer más a Jesucristo. El mismo Jesús  dijo: “El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” El único que me convenció de pecado para recibir a Jesús como mi salvador fue el Espíritu. El único que lo puede llevar apasionarse más de Dios es el Espíritu, y el único que nos revelara y nos dará entendimiento para los días peligrosos que se avecinan, es el Espíritu Santo. Jesús dijo: “…Os hará saber las cosas que habrán de venir” (16.13b/Juan).

¡Andar es vivir – vivir es andar!

Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (5.25/Gálatas) No solo el orgullo ofende al Espíritu, también la ignorancia de hablar sin saber o conocer a alguien. Como muchos de Galacia, comenzaron en el movimiento del Espíritu en sus primeros días de cristianos y terminaron en la carne, en la religiosidad. ¡Insensatos! Les dijo Pablo. Hace varios años la insensatez esta llevando a muchos a la muerte y a otros a la confusión por culpa de algunos que se creen dueño de la verdad y en pos de eso, atacan otros movimientos del Espíritu porque no encaja con su entendimiento limitado del mover del Espíritu Santo. No todos los caminos llevan a Roma, no todos los caminos llevan a Jesús. No todos los que hablan del Espíritu, viven del Espíritu.

La palabra “andar” en griego tiene la idea de alguien que sigue las pisadas, la dirección de otro. Muchos cristianos están en conflictos, no saben por donde van o simplemente siguen sus propios caminos. Andar y vivir en el Espíritu conlleva una rendición total a Él, significa dejar el miedo a algo extraño o alejarse de una ‘doctrina’ ausente de la manifestación del Espíritu Santo. Una de las batallas mas fuerte que se dan en la iglesia actual, es el choque entre el espíritu de religiosidad y el Espíritu Santo, es más, escuche bien: ¡Satanás no puede hacerle frente al Espíritu Santo! Y por siglos a tratado de influenciar en la iglesia que viva sin la dirección del Espíritu Santo.

A creado doctrinas teológicas y diabólicas que apagan el mover del Espíritu, muchas veces a usados a los mismos cristianos para que controlen la iglesia y hagan a un lado al Espíritu Santo. ¡Cuando una iglesia es entregada al señorío del Espíritu Santo, el infierno se confunde y comienza huir! ¡Una de las mentiras más grande que Satanás introdujo en la iglesia fue hacer creer que La Persona del Espíritu Santo no debía gobernar La Iglesia y que los dones del Espíritu habían cesado! Son muchos los pastores y lideres que se han jactado de sus ministerios e iglesia que viven en el Espíritu, pero su final ha sido escandaloso y triste.

Aprenda lo que significa vivir y andar en el Espíritu Santo. Alguien dijo que ‘Fe’ se deletreaba: ‘R-i-e-s-g-o’. Poner toda la fe en el Espíritu Santo es un riesgo, porque tendrá que dejar de vivir y andar como a usted le parecía que lo hacia bien y seguir a otro a su manera, y el comienzo de todo riesgo es la obediencia. Si usted no obedece a su padre, a su pastor y a su Dios, no espere estar caminando en el Espíritu. Arriésguese y comience a vivir por el Espíritu Santo, tiene todos los años que el Señor le concederá en esta tierra para perfeccionarse. Allá arriba será perfecto, comience aquí para que no quede con la boca abierta allá arriba como se mueve el Espíritu Santo.
                                       

(1- Sacado del libro: “La búsqueda” A.W. Tozer)

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