sábado, 11 de octubre de 2014

El Camino Del Llamado


Necesitamos recordar los tres principios básicos de la prosperidad del Reino para estas nuevas generaciones, hay que prepararlos para recibir el cumplimiento de las promesas. Necesitamos recordarlos para crecer en el camino de la prosperidad, y no hablo sólo de lo económico, sino de vivir en plenitud como hijos del Dios. Aunque son básicos, son el cimiento para lo que Dios nos ha prometido. Para algunos son tan básicos, que en el camino muchas veces se les olvida aplicarlos.

Por naturaleza el hombre se ha acostumbrado a aprender a golpes. Otros por medio de una enfermedad, y otros por una necesidad específica. Nos engañamos creyendo que cumplimos más, por señales angelicales, que por fe. Por ejemplo, nos auto-convencemos que es mejor que Dios nos dijera: ¡Si no obedeces y eres fiel con el trabajo que te dí, afuera te espera un ángel con una espada desvainada para recordarte tu fidelidad! Para muchos el susto los hace obedecer, quizás alguien se volvió a Dios de esta manera, pero no es el propósito. Él espera que caminemos y cumplamos los principios del Reino por amor. Al principio no es fácil, pero es el camino que Dios ha trazado. Es un tiempo de espera, de cambios y de madurar en convicciones. Es el mismo camino que vivió Abraham en su llamado.

Lo primero que hizo Dios con Abram fue cambiarle el nombre a ‘Abraham’, para que comprendiera la magnitud de su llamado y misión. Abraham fue llamado y después de varios años recibió la promesa (hijo-multitudes). Es lo mismo que vivió el apóstol Pablo en sus primeros 14 años, el llamado y después la comisión. En esos años de llamado, el Espíritu Santo lo preparó, recibiendo revelaciones y mudando su corazón. Este es un principio irrevocable que Dios tiene para aquellos que serán llamados a marcar multitudes. Abraham, antes de recibir la promesa (hijo), camino 25 años hacia la tierra prometida y lo hizo por el camino de los principios básicos del Reino. Se equivocó y pecó muchas veces, fue cobarde y mentiroso, muchas veces caminó con ‘verdades a media’ (12.10-20/Génesis; 20.1-18/Génesis).

Para Dios era importante que Abraham aprendiera en este tiempo lo que era fe verdadera, usó varios años para sacar todo lo distorsionado que había en el corazón de Abraham con respecto a la promesa, era tiempo de transformar el corazón de Ur a un corazón de Reino. En este tiempo, Abraham debía aprender a tener convicciones de su nuevo Dios, y esas convicciones madurarían por medio de la obediencia. En todo este tiempo nunca dejó de prosperarlo, además de darle conquistas contra otros reyes, en sus equivocaciones Dios lo estaba preparando en su llamado. Abraham había escuchado audiblemente la voz de Dios, varias veces lo visitó para darle esperanza a su futuro, aun así, tomó malas decisiones ¡Pecó en hacerlo a su manera! (16.1-4/Génesis). En el llamado Dios nos procesa para saber a quién serviremos y para quién viviremos (12.1-2/ Rom.).

Cuando tenemos voz de Dios y estamos siendo prosperados, es el mejor momento para que salga de nosotros toda nuestra humanidad, el ego, el orgullo, la vanidad, nuestros juicios, la impaciencia y la falsa humildad y sabiduría. Sale toda nuestra “espiritualidad torpe” de servir a Dios sin importar si dañamos a otros, es el oro en bruto pasando por el fuego. Así comienza el llamado, es el periodo de tiempo donde muchas veces se nos olvidan los principios del Reino. Se nos olvida de dónde salimos y quiénes éramos. Aun así, Dios permite que crezcamos, avancemos y conquistemos poco a poco.

Fin del llamado

Tus dones, talentos, economía y familia, para quién serán. Es la gran pregunta. Después de 25 años Abraham recibió su gran promesa (hijo), es lo que esperaba con ansias, es lo que todos deseamos y Dios también lo desea. Pero llegó el día del examen. Hay que responder a los años de procesos y dar paso en el fruto de madurez, corresponde responder a los principios básicos del Reino, aprendidos en años de crecimiento. “Y dijo Dios: toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré” (22.2/Génesis).

Todo lo que tenemos ¡Es de Dios!
Todo lo que tenemos ¡Dios lo cuida!
Todo lo que tenemos ¡Es para bendecir!

Se había terminado el proceso del llamado y comenzaba la gran comisión de Abraham, llevar su promesa al destino que Dios le había dado: ¡Padre de multitudes! Abraham eligió bien y respondió: “...Dios proveerá para sí el cordero para el holocausto, hijo mío” (22.8/Génesis). Dónde aprendió Abraham esta respuesta ¡En el tiempo del llamado! Todo era de Dios y él lo usaría para sus propósitos eternos


Todo lo que tenemos ¡Es de Dios! ¡Lo cuida y es para bendecir a otros! Gracias a la fe de su llamado somos bendecidos nosotros. El éxito de su prosperidad será equivalente a cómo usted camine en el tiempo de su llamado y la plenitud de la prosperidad se revelará en cómo usted responda en el día de la gran pregunta. ¡Todo lo que tenemos...!

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