Un árbol solitario en la montaña:
Un árbol en la montaña nos habla de elevación. Es un
árbol solitario, que sobresale de la cresta de una montaña muy escabrosa y
azotada por el viento, y que esta por encima del bosque apacible que esta
debajo. Hay una recompensa por esta soledad en particular y por su lucha para
sobrevivir. El árbol puede ver...
“Los lejanos horizontes y las estrellas.”
Aquí esta el árbol, solitario y sacudido, puede ver
las distantes línea de la ciudad o ver hacia arriba la expansión de lo
Celestial en toda su gloria, porque este árbol habita en una atmósfera pura y
clara. Pero hay un precio; ha sido apartado de todos los demás. Como resultado,
el árbol...
“Puede que nunca conozca un lugar protegido, no crecer
simétrico en gracia.”
En el bosque que se encuentra abajo, cada árbol está
protegido por aquellos que lo rodean. Y debido a esa protección, están formados
en total simetría y son hermosos en apariencia. Sin embargo, no pueden ver “los
lejanos horizontes y las estrellas,” pues su visión es muy limitada. En cambio
el árbol solitario se encuentra expuesto en lo alto de la montaña, este árbol
está hecho nudos y marcado por las tormentas que enfrenta. Continuamente debe
resistir al medio ambiente que se le opone, las cuales son todas las fuerzas
contrarias que lo zarandean, mientras lucha por mantener su lugar de visión.
“Tales árboles deben combatir obstinadamente las
explosiones, y soportar las cicatrices.” La determinación, obediencia, y
fidelidad para habitar en este lugar de atmósfera pura y visión, es recompensa;
porque este “árbol” (nosotros) ve con claridad, no solo aquellas cosas que
están a la mano, sino también los “horizontes lejanos y las estrellas” es una
perspectiva que otros solamente pueden soñar.
Tuvimos la oportunidad y la bendición con mi familia
de estar nuevamente en la Convención 2014, de la iglesia Cristiana Manantiales
–Chile. Este año fuimos convocados para un ‘Tiempo y Ocasión’ con el Espíritu
Santo. Fue glorioso, hace mucho tiempo que no veía a Dios moviéndose de una manera
tan sobrenatural como esos cuatro días de convención.
Fue una combinación perfecta del cielo en la tierra.
Palabra, manifestaciones gloriosas y proféticas, y una visión apostólica para
lo que viene sobre la iglesia. El mismo Dios convocó a los que teníamos que
estar ahí, porque necesitábamos después de tantas pruebas (disciplina),
preguntas, cansancio y promesas tardadas, recibir una palabra, más que de
esperanza, una que nos trajera la paz de que estábamos en la dirección correcta.
¡Era el tiempo y la ocasión! Que Dios había preparado para todos los presentes.
Creo que muchos somos como ese árbol solitario en la
montaña. Hemos pasado temporada difíciles, nos hemos preguntado porque yo,
porque tantas tempestades. Cada prueba, cada disciplina y cada temporada de
enfrentar los tiempos solos, ha significado una cicatriz. Lo que muchos no
saben, es la diferencia del árbol de la montaña con los del valle, murieron sin
tener una visión más allá, en cambio el árbol de la montaña vio siempre el horizonte
y la estrellas por su posición. Las cicatrices eran parte de su madurez y
firmeza para enfrentar las estaciones que se avecinan.
La visión tiene un precio y no todos quieren pagarlo.
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